martes, 8 de enero de 2013
Nunca tendrás que ir a por agua.
La cuesta es empinada, la lluvia de la tarde, los adoquines húmedos le impiden emprender una carrera que le permitiría evaporar los malos pensamientos,es mejor tener el corazón desbocado por el esfuerzo; que latente,ensordecedor debido al miedo.
Maldice por lo bajini; "a uno por cagado y al otro por pequeño", un día de estos se largara y serán ellos los mocosos los encargados de ir a por el agua,"atajos de inútiles" proclama mientras se adentra en la oscura calle, el lloro de un crío cercano le acompaña "quizás no hay nada para cenar", un ruido en sus tripas le recuerda que ella tampoco merendó "ojala padre llegue pronto" ya que sin él nadie se atreve a romper el pan en casa.
Tuerce a la derecha y percibe el olor a caucho quemado, no le es ajeno ; es un excelente repelente de serpientes, pero a estas horas no presagia nada bueno, afina el oído y fija la vista a su derecha, a pocos metros una lumbre, una fogata en un bidón , un cuerpo que se inclina buscando el calor.
Le duelen las manos por apretar las asas con fuerza desmesurada, mirada al frente intentando frenar el temblor de las piernas y se acuerda de la madre que los parió a todos, un día le harán daño y se lamentaran entre lloros por no haber sido precavidos con la niña.
Se pregunta por que madre no se hace respetar, con lo fácil que es ir por la tarde cuando la calle esta poblada y no a estas horas después de estar todo el santo día cosiendo en casa la Fernanda "que harta me tienen".
El humo del caucho quemado empieza a ser molesto y la rísita del majadero que observa el fuego la aterra, por el rabillo del ojo cree ver una cara desencajada "este morro esta muy mal" piensa mientras se aleja acelerando el paso hacia la fuente ,a la vuelta ira por la otra calle; la del Rachid el panadero, el trayecto es mas largo, no hay farolas pero la luna ya esta es su sitio y el esfuerzo de acarrear los bidones llenos, el dolor de las manos, la rabia ; lo harta que esta de esta mierda vida, hará que el miedo se acobarde y desaparezca.
Jamas me hablo de estas cosas, ni de la casa de pared de hojalata, ni del barrio árabe en la parte alta, ni de la inquina al patriarcado. Todo olvidado, todo borrado por ese orgullo, mala leche y carácter agriado.
Nunca quiso que su infancia fuese parte de la mía, que sus temores se convirtiesen en mis recuerdos; por eso seguramente ahora oigo de vez en cuando una voz en mis sueños que dice: "Sonríe niño!! tu nunca tendrás que ir a por agua" .
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